Con la reinauguración de la Plaza de España el pasado domingo, vuelven a recuperarse estampas pasadas, estampas que nos devuelven a nuestra niñez y nos hacen recordar ese tiempo que quedó atrás, grabado en fotografías que guardábamos en esa lata de carne de membrillo de Puente Genil que ahora volvemos a sacar. En cada reunión que paseaba por la remozada plaza podía oirse siempre la misma frase: "La de veces que me he paseado yo en las barcas con mi padre", "Lo que me gustaba a mi montarme y dar una vueltecita en el burrito de la Plaza de España". Comentarios que se repiten cíclicamente, como las vueltas del burrito a la plaza, que con el paso de los años ya se sabía el animal cuándo tenía que empezar a andar y cuándo debía pararse y que casi no hacía falta que tirase de él ninguna persona, porque se sabía su trabajo al dedillo.
Vuelven a reflejarse en las aguas del estanque los cuatro puentes de la Plaza de España. No los originales, ya que hubo quien se entretuvo en romper la maravilla de cerámica con que estaban adornados.
Y es que cuando queremos, hacemos las cosas bien, que es como deberían de hacerse siempre. Merece la pena dar una vuelta y admirar el trabajo bien hecho.
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